Keisuke Matsumoto : La casa zen.



La jornada de un monje comienza con la limpieza. Se barre el interior del templo, el jardín, y se friega el suelo de la sala principal. Pero nosotros no limpiamos porque esté sucio o desordenado, sino para librar al espíritu de cualquier sombra que lo nuble.

Vuestro hogar puede transformarse también en un espacio de serenidad. Día tras día, una sensación de plenitud engloba y relaja vuestro espíritu.

¿Qué te parecería hacer la limpieza de casa como la hacen los monjes budistas? No es difícil, al contrario, es muy divertido. Si quieres purificar tu alma sin moverte de casa, puedes hacerlo transformando las tareas del hogar en un ejercicio espiritual.

El autor, Keisuke Matsumoto, es un monje del templo Kômyôji en Tokyo y científico del Centro de investigación budista de la Tierra Pura. Diplomado en Filosofía, estudios religiosos y con un máster en Administración y Dirección de Empresas, obtuvo también un MBA en la Indian School of Business antes de hacerse monje. Ha fundado el sito para las escuelas budistas y gestiona la cafetería de su templo, el Kamiyachô Open Terrace. Es miembro del Institut Renge-Ji para la investigación budista y delegado para el Programa de liderazgo americano-japonés. Es una de las personalidades más reconocidas y carismáticas de la esfera budista.

Con el Manual de limpieza de un monje budista: barrer el polvo y las nubes del alma, Keisuke Matsumoto nos ofrece un texto que combina con gracia y ligereza exquisitamente zen, consejos prácticos y reflexiones filosóficas y espirituales.

El espacio en el que vivís es el reflejo de vuestra vida interior. Cuidadlo y vuestro espíritu estará más en paz.

En el libro, comparte su experiencia (en colaboración con otros monjes budistas) con la limpieza y como ésta tiene un rol importante en el hecho de llevar una vida simple y feliz. Nos presenta los métodos que utiliza cotidianamente y los secretos de una existencia simple. Nos expone las diferentes tareas a realizar en las diferentes estaciones del año que se realizan concienzudamente y con un material simple y natural.

Keisuke Matsumoto nos invita a considerar esta tarea a menudo percibida como ingrata como un medio de cuidarse a uno mismo. Sí, el mantenimiento de la casa puede transformarse en una fuente de desarrollo interior.

Organizado en 7 grandes partes, presenta de forma metódica la necesidad y las herramientas de la limpieza, todo en una perspectiva firmemente zen. Matsumoto establece una relación de causalidad entre las actividades domésticas y la serenidad del espíritu:

1. Las reglas básicas de la limpieza:
  • ¿qué es la limpieza?, 
  • sobre la inmundicia,
  • el horario adecuado para limpiar y ordenar:

    • Limpieza de mañana: 
    puesto que la limpieza permite ordenar tanto su casa como su espíritu, es más ventajoso hacerla por la mañana. Nos ocuparemos, así de colocar la casa y nuestras ideas en plaza antes de comenzar nuestra jornada. Al principio del día, nos consagramos al orden y a la limpieza. Acostúmbrate de hacer la vajilla del desayuno antes de salir de casa.
    • Pon un poco de orden por la noche: solo coloca cada objeto en su lugar. Una vez ordenada la casa, puedes dedicarte a actividades tranquilas o a dormir.

    Si vuestro aire está estancado, vuestro espíritu estancará también.
  • ventilar: si hay un gesto a hacer después de levantarse, se trata de éste. Es la primera cosa que hay que hacer antes de limpiar: abrir las ventanas y hacer entrar el aire fresco para purificar el aire interior. El aire sobre nuestra piel procura una sensación vivificadora de despertar que contribuye a nuestra motivación para todo el día. Es también una forma de enlazarse a la naturaleza y a sus estaciones, de aceptar el calor estival y el frescor del invierno.
  • ¿qué hacer con los insectos? : prohibido matarlos, cada vida es importante.
  • rotar tareas,
  • adaptarse al tiempo,
  • no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy: entrar tarde a casa y dejar la vajilla abandonada en el lavabo o la ropa desbordando del cesto, todos hemos conocido esta situación.

    ¿Empezar el día estando asaltado por el desorden de la víspera, no es la mejor de las formas de empezar el día malhumorado?.

    Según el monje, el blues no se presenta por la mañana, sino desde la noche. Antes de dormirnos pensamos a la larga lista de tareas que nos esperan para la mañana.
 2. Preparativos y objetos necesarios:
3. Limpiar el baño, la cocina y los efectos personales:
  • cocina,
  • lavabo,
  • cuarto de baño: ninguna pieza de la casa dice tanto como el cuarto de baño. Para los budistas el cuarto de baño es un lugar sagrado.
  • colada,
  • plancha,
  • cambio de armario,
  • vajilla,
  • remiendos,
  • desodorizar,
  • moho.
Es porque decidimos transformar los objetos en desechos y que los consideramos como tales, que se convierten en ellos.
4. Limpiar las habitaciones:
5. Limpiar los espacios exteriores:
  • entrada,
  • jardín,
  • ventanas: limpiarlas con un viejo periódico (el autor limpia el templo y su casa con productos naturales)
  • mosquitera,
  • camino de acceso,
  • terraza.
6. Higiene personal y limpieza del alma:
  • lavarse la cara,
  • dormir,
  • respiración,
  • lavarse los dientes,
  • cortarse el pelo,
  • excreción,
  • comida.
7. Cuando termina la limpieza:
  • no poseer bienes materiales: deshacerse de las posesiones
En realidad, es muy agradable llevar una vida desmunida de posesiones.
  • seleccionar: nuestro interior a menudo está desorganizado ya que tenemos en nuestra posesión demasiados objetos, muebles, ropas, etc.. Seleccionar permite hacer sitio en casa y también en el espíritu. Conservar los objetos de valor o aquellos que nos son útiles et desechar aquellos que nos molestan no es siempre fácil, pero vivir con poco de cosas permite sentirse cada vez más rico. Si están en buen estado no los tiréis, darlos y si no, intentad reciclarlos.
  • cada cosa en su sitio:

    Así, el ambiente que nos rodea está conectado con nosotros y refleja nuestra mente: cuando ese entorno es desordenado, nuestra mente también. Si mantenemos hermosa nuestra casa, nuestra mente estará muy clara y tranquila.

    Podemos fácilmente imaginar que vivir en un espacio limpio y ordenado llama a la serenidad y libera el espíritu de mucho del estrés inútil. Ordenar los objetos ayuda también a ordenar las ideas, pero esto va más lejos.

    Tomar el tiempo de apreciar lo que nos entorna, invita a respetarlo y a cuidarlo, lo que nos aporta una satisfacción simple (el tener la ropa bien planchada, el acostarse en una cama bien hecha...). Cuidar de las cosas es también el mostrar nuestra gratitud de disfrutar de los objetos y probar el respeto por aquellos que han invertido su tiempo, su savoir-faire y su energía para fabricarlos, los recursos que han necesitado.

    Y para saber apreciar plenamente cada una de las cosas que poseemos y cuidarlas como se merecen, recuerda también la importancia de no poseer más de las necesarias. Cuando tenemos un montón de baratijas que no necesitamos, tendemos a no tratarlas con cuidado.

    La voluntad de cuidar la cosas no se desarrollará en nosotros mientras que no hayamos encontrado un objeto que consideremos precioso.

    También es más simple colocar cada cosa en su lugar cuando tenemos pocas, para tener una casa que respire orden, limpieza y que calma naturalmente el espíritu. Cuando solo poseemos aquello que necesitamos, estos objetos encuentran naturalmente su lugar en nuestro cotidiano. Cada posesión se guarda en un lugar preciso, donde se recoloca después de cada uso y se le trata con cuidado. Esta actitud de respecto cara a los objetos se adoptará también en los otros aspectos de nuestra vida.

    En nuestra época, las calles y los comercios desbordan de objetos idénticos o al menos estandarizados, la mayoría del tiempo intercambiables. Cuando rompemos uno, a menudo nos es más rápido y menos caro el comprar un modelo nuevo que reparar el antiguo.

    A fuerza de optar por esta solución de facilidad, no son solo los objetos, si no también nuestras relaciones y uniones con las personas las que hemos acabado por tratar con ligereza e indiferencia. Cualquier día, de cansancio, el espíritu explota.

    Si decidimos en nuestro día a día cuidar cada objeto en tanto para lo que puede servir, de repararlo para reutilizarlo, entonces nuestra relación con las cosas se modificará y en consecuencia de esto, nuestra relación con las personas.

    Quien no cuida las cosas, actúa de la misma manera con las personas.

    El autor ha expresado en pocas palabras un aspecto esencial del minimalismo: el respeto y la bondad. Un modo de vida minimalista no se basa solo en una relación hacia los diferentes objetos, es cierto que esto comienza por ahí, pero es nuestra actitud ante la vida en su conjunto, nuestra forma de afrontar los acontecimientos, las personas que se cruzan en nuestro camino y nuestra relación con nuestra propia persona.

  • en sintonía con las estaciones: Podría también hablar de la parte en la que expone la importancia de los gestos simples como el de abrir una ventana y dejar entrar el aire y los ruidos de la naturaleza que nos permite reconectarnos al ritmo de la naturaleza por sus diferencias según la temporada. Contrariamente a los europeos, no es el caso en Europa occidental pero los japoneses están muy atentos y saben apreciar el paso de las estaciones y lo celebran con diferentes prácticas como el de cambiar el contenido del armario dos veces al año o hacer una gran limpieza general en comunidad justo antes de cambiar de año para cerrar con agradecimiento la estación pasada, para liberar el corazón de todo lo acumulado durante el año.
  • la limpieza a fondo de fin de año.
La limpieza es un ejercicio que consiste en concentrarse en el PRESENTE (que esto esté limpio AHORA). Finalmente, el espíritu funciona de la misma forma. Si no lo limpiamos se encuentra invadido de polvo (apegos, remordimientos, lamentos, pesares). De la misma forma que la limpieza debe de recomenzarse constantemente, día tras día, el espíritu también se ensucia en permanencia por las huellas del pasado pero también por las angustias de la proyección del FUTURO, lo que nos impide de disfrutar del AQUÍ y del AHORA.

Si limpiamos y ordenamos nuestra casa nosotros mismos, nuestra mente se concentra en el
presente, y en vivir el "aquí ahora", una de las llaves de la felicidad y éxito en la vida y el trabajo.

En resumen, la práctica de una actividad tan ‘simple’ como La Limpieza permite a los monjes budistas purificar su espíritu al mismo tiempo que sus templos. ¿Por qué no hacer lo mismo con nuestras casas?.

Monta un equipo: la limpieza es también un trabajo de equipo, cada uno ocupándose de una tarea en función de sus capacidades.

Este ejercicio enseña la responsabilidad colectiva. Los vínculos familiares es el más fuerte de todos. No dudéis a transformar las tareas domésticas en una ocasión de reforzar a la familia.

No hay que dedicar mucho tiempo, ni hacer grandes esfuerzos para limpiar y ordenar, pero hay que cultivar el hábito de hacerlo cada día, señala Keisuke Matsumoto, quien brinda un decálogo de recomendaciones y claves para encontrar la armonía y la serenidad, realizando las tareas domésticas de forma atenta, y eliminando las impurezas que nublan nuestra alma:
    Aprendiendo a concentrarse en el presente a través de una tarea tan simple como La Limpieza, aprendemos poco a poco a ser más conscientes de uno mismo, a aplicarnos en todas las pequeñas cosas de la vida, a recibir lo que y quienes se nos presentan de forma serena, condescendiente y estando abiert@ mentalmente.

    Se trata pues, de un cambio de mentalidad. La Limpieza ya no es ninguna carga para quitar algo negativo (la suciedad), si no una oportunidad de desarrollar algo positivo en nosotros. Tanto para la casa como para nosotros mismo, CONSTANCIA y PRESENCIA son las palabras claves para mantener nuestro espacio exterior de igual modo que nuestro espacio interior.

    Una vez el espíritu liberado, el mundo de nuestro alrededor se ilumina. Y cuando el mundo se ilumina, debemos ser cuidadosos con los otros.

    Bonita  lección sobre la limpieza y el orden interior. ¿Habíais visto ya así la limpieza?.

    He de precisar que el autor indica que cualquier otra tarea puede convertirse en un acto de crecimiento de la consciencia: cocinar, ayudar con los deberes a nuestros hijos, ducharnos, planchar la ropa, comer.


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